26 dic 2009

Not here, anywhere [8:40]

... Entonces, bajo la suave pero molesta lluvia, se detuvo en su camino. En su enzarzado y oscuro camino.

Divisó un reloj, de grandes dimensiones, de aire rústico y vetusto, con un punto de clasicismo. Quiso percatarse de la hora, así que se aproximó todo lo que pudo... hasta que sus grandes ojos pudieran observar las agujas.

Pero no, ni rastro de ellas. Ese reloj no marcaba la hora, es más, no avanzaba en absoluto, justamente lo contrario: retrocedía. Calculaba un tiempo que corría, se escapaba, irremediablemente. Era una cuenta atrás.
Se le aceleró el corazón, sus pupilas dilatadas brillaban sin remedio. Los segundos, los minutos y las horas se reducían cada vez más... hasta que el contador se parara en 0. En la nada. En la incógnita. Perdida en el tiempo.

En ese momento sólo recordaba voces, recuerdos. Una en particular se repetía. Quería borrarla... pero se había clavado en su mente, dentro de su cuerpo, así.

Por muy lejos que estuviera, o que fuera a estar, por muchas novedades que se encontrara... sabía a ciencia cierta, y era bien consciente, de que no podría olvidar aquel verde paraje el cual tuvo el privilegio de conocer. ¿Qué podía hacer entonces? Sería, respecto a ese lugar, lo que él quisiera que fuera. Una vez más... ¿con eso le bastaba? Fuera o no fuera cierta la afirmación... era la situación real... y a lo que debía atenerse.

No quería renunciar, ni rendirse. No era su estilo. Pero tampoco lo era el relativo a la insistencia y a la compasión. Así que escogió el camino más racional. Su locus amoenus... ese lugar de efímera paz, de sosiego. Echaría de menos abrazarse a sus raíces, por eso quería permanecer allí en la medida de lo realmente posible. Antes de partir.
Obviamente, pensaba en más lugares, personas, momentos. Cosas que añoraría, a las que se apegaría, fuertemente, en los momentos de soledad. De independiente y autosuficiente soledad. Era sólo que... le daba lástima la situación. Se la daba a sí misma, peor aún. Tanto tiempo empleado en una desconocida búsqueda... con este fin. Ningún fin. Aún y así... cuidaría ese gran descubrimiento, esas tierras, para que no fueran mancilladas, ni ensuciadas, ni traicionadas. Para que brillaran, tal y como las conoció.

Aire que la envolvía, vivía. Sería libre, lo intentaría.

Respiró hondo, suspiró. En ese suspiro se escaparon muchos pensamientos ocultos, innombrables. No era el momento. Se tumbó, le abrazó... y sintió, despues de un agónico tiempo, la tranquilidad.


Sí, con eso le bastaba.

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