25 oct 2009

Impulsos [5:42]

Creo que muero... sí, ¡claro! sepultado debería estar ya, ¿no? Eso quisiera yo, en lo más profundo de mi mente... Represión freudiana, ¿por qué tardas tanto en llegar?

Rechazo todo aquello que tenga que ver con el afecto sentimental, pareja, ya se entiende... sí. Rehuyo toda atracción; física, psíquica, sexual. Me apresuro en ello, se me hace difícil, ¿de qué estoy hecha? ¿quién soy, realmente?
Dependiente, sensible, indulgente... adjetivos de aquel/lla que está dispuesto/a a su propia destrucción, dándolo todo... y recibiendo la nada. El más absoluto de los vacíos.

El consumo de alcohol (aunque, hoy, no excesivo ni significativo) siempre me ha hecho ver las cosas desde otra perspectiva, una más intensa y, porque no, realista (la abstención de alprazolam también juega cartas en este asunto). No quiero más ojos verdes, ni marrones, ni grises. No quiero nada, no merezco nada... ni siquiera debería necesitarlo.
Recuerdo aquellas noches en las que pensaba en su rostro, en su abrazo... lo peor es que las recuerdo recordándolas. Sonará redundante, pero es así. La putísima realidad que la cebada y el elixir ruso hace abrir mis ojos. Triste, sí, pero no menos cierto.

No quiero ver nada más, el pardo de mi mirada se esfuerza en repelerlo. Me odio cuando visualizo una faz, en frente de mí, hipnotizante. ¡No me mires más! ¡No la observes -sí, yo- más! No hay nada a mi alcance, en ningún sentido.
Me repugno, pues quien me repugna no merita ni el más mínimo de mis pensamientos. Pues, quien no me repugna... ídem, porque mi derrotada cabeza no está preparada. Me hago daño, me confundo. Sueño, me caotizo el doble. Imagino, me desconcierto el triple. Así hasta el infinito.
¿Quién soy yo? Irónica pregunta, que no contestaré jamás.

Está claro, no es mi momento. Nunca había concebido estar así, no lo/me entiendo. Desearía que el rumbo de las cosas fuera otro, totalmente distinto. La vida sería demasiado sencilla de poder cambiarlo... y, en el fondo, me gustan los retos.

No visitaré ningún otro paraje, ningún otro que no sea el mío propio. Yo: eso es lo que trasciende de verdad ahora. No más esmeraldas utópicas, no más cuentos idealistas, no más historias que, de tan verídicas, cautivan.

No, digo no. Lo que dicte mi cerebro/corazón (al fin y al cabo, sin metaforizar, es lo mismo), siempre ha diferido de ello. Pero encontraré el equilibrio, ese día seré libre.

¿La canción? Todo mentira. Todo contradicción. ¿Esta entrada? Puro impulso. Puro caos.

24 oct 2009

New dawn, new day, new life... for me.



Sonaban las primeras notas. Era un piano, como no... su melancólico acompañante.
Caían las primeras gotas, pero ella no era consciente. Estaba parada, quieta, inmóvil, pétrea. No importa cuantos sinónimos emplee... no tenía vida, aunque sus grandes ojos indicaran lo contrario.
Siguió la llovizna, paulatinamente se tornaba más agresiva, áspera incluso. Le quemaba la piel, ahora era más pálida que nunca, resplandecía.
Notó su pelo lacio cayendo en su rostro, mechones salados que ocultaban lágrimas... o por lo menos lo pretendían.

Cuando quiso darse cuenta, había dado el primer paso. Se estaba alejando de aquel lugar... sabiendo que jamás iba a volver. Echó la vista atrás y vio como su dolor corrompía, más si cabe, aquel paraje. Estaba destruido... rozaba la miseria y la decadencia más extrema.
Mientras caminaba no podía evitar pensar en todo aquello que se había echado a perder.

Recordaba la primera vez que estuvo allí como un arcoiris de colores y posibilidades infinitas. Rememoraba la libertad y estabilidad que aquel entorno le inspiraba.
No se trataba de nada físico, ni siquiera estético, tenía la belleza propia de aquellos que idolatran lo trascendental... lo que va más allá del inexacto sentido de la vista. Se dejó atraer por todo aquello, por las sensaciones que tenía respirando aquella brisa esperanzadora.
Es difícil expresar toda la evolución que le siguió a su estancia allí. Se levantaron monumentos, se plantaron flores (rosas rojas y lirios), se hizo hueco para la cultura y el ocio... incluso había lugar para todo aquello que reflejaba lo absurdo y sin sentido de la vida misma.
Por supuesto, el amor regía sobre todas las cosas. Eso creyó ella siempre, hasta en los momentos más agonizantes, hasta el último de ellos.
"¡Qué ilusa!" se decía a sí misma. "¡Ay mísera de mí!, ¡Ay infelice!" citaba, autocompadeciéndose.

Tenía tendencia a relacionar conceptos y sentimientos con cosas tangibles, tales como canciones y poesías; entre otros. También era propensa a machacarse de la manera más mental-metafórica posible, a usar la retórica como vía directa (y sin retorno) a su incesante autodestrucción y pseudo-culpabilidad (ante todo, era realista): "¿Por qué?" ... Malditas palabras que, cada vez que las pronunciaba, perdían más su significado.

Sin embargo, elevó ese rostro demacrado y extasiado: miró hacia adelante, siendo consciente que, a cada zancada que daba, se abría su propio camino. Enzarzado, oscuro, pero suyo al fin y al cabo.
Procuraba, con todas sus fuerzas, no pensar en ese antiguo reino que ahora había sido violado y expropiado. Ya no formaba parte de él, no tenía que preocuparse de lo que allí ocurría. Se obligó a no mirar más hacia ese lugar... puede que, desde donde se encontraba ella (relativamente alejada) no apreciara en su totalidad aquel vetusto horizonte, ahora funesto... pero quería desvincularse totalmente de aquellas ruinas. Y lo iba a hacer. Lo estaba haciendo. Lo haría.