7 mar 2010

Vértigo I

"Es extraño" - se decía para sí misma - "Cuando voy sola, me siento libre... y no tengo miedo."

Se acabaron los lugares inóspitos, los paisajes oníricos y los horizontes metafóricos.

"Ésta, es la última vez" - se repetía, con un nuevo y sincero aire optimista.

Meciéndose en los brazos de Morfeo, dejando su mente divagar honestamente, sin tapujos, se encontró con una alternativa a esa vida. Una opción, un mundo paralelo y, todavía, contrapuesto al suyo.

Cuando quiso percatarse, estaba en uno de esos sitios que tanto le gustaba frecuentar. Que tanto le evadían. 
Respirando aire puro y frío, podía concentrarse mejor. Estaba sola y relajada: la libertad regía en ese momento, por encima de cualquier otra sensación. 
Con ésta, no habían miedos, ni dudas, ni demoras mentales. Quizás no había emoción o ilusión, pero la seguridad total y absoluta lo compensaba. Definitivamente, merecía la pena.

Un día más, se preparó para dejarse llevar por la montaña y su bosque. Le gustaba modificar, aunque sólo fuera por pequeños detalles, la ruta que seguiría cada día. Bajó con cuidado por la colina e hizo un pequeño acelerón para llegar abajo del todo: esas pequeñas cosas le divertían. 
Pasando por al lado del pequeño lago que había nada más bajar, vio su cara reflejada. No se veía especialmente bella, pero no le importaba lo más mínimo, al menos no ese día.

Decidió seguir caminando hacia su izquierda, tomando el camino más próximo al precipicio que caracterizaba ese lugar. Le gustaba mirar hacia abajo sin miedo y se entristecía al pensar qué vidas se habían echado a perder precisamente allí. Quizás ese día no era el idóneo, quizás fue simplemente una de esas casualidades en las que tanto le costaba creer y con las que era tan sumamente escéptica... pero se dio media vuelta. Y modificó la ruta total y complemente. 
Se dejó llevar por la intuición y un nuevo sentido de la orientación, el cual sinceramente dudaba tener.
Empezó a caminar por el pequeñísimo arcén de la carretera, actualmente pavimentada en condiciones. Pasó por al lado de un pequeño albergue y, ante la duda de pararse a descansar, siguió con su improvisado trayecto.
Pasó una hora desde esa pequeña "locura" que había emprendido y, por fin, habiendo seguido su camino recto y sin duda hacia la izquierda, llegó al sitio en cuestión.

Sí, es probable que no tuviera nada de nuevo, ni siquiera de especial... era simplemente que había estado muy pocas veces allí... y siempre acompañada. Esta vez, le apetecía ir sola, por algún motivo que no lograba entender.
El ramo de flores, frescas por su olor y color, le indicó el fin de una vida y el recuerdo, a modo de regalo, de ese desenlace funesto. "Ah... tiempos mejores, ahora reducidos a nada." Eso la entristeció, miró hacia abajo (aquí la pendiente era muchísimo más pronunciada) y se dio media vuelta. Curiosamente, el viaje de vuelta se hizo más breve, pero menos llevadero.

Pasaron días, semanas y meses...
Siguió con su rutina habitual hasta que, nuevamente, decidió romperla... de la misma manera que la despedazó anteriormente: la inestabilidad se mide por lo imprevisto de los actos, sobre todo los emocionales. 

Ella lo sabía y no se sintió culpable. Simplemente se dejó llevar de nuevo. Pero esta vez si creía conocer el motivo de su impulso.


2 comentarios:

  1. Conseguí meterme dentro de la historia y sentirme en medio de todo el paisaje que describes. La sensación de sentir que rompes la rutina es genial!

    Me encanta como escribes tía! Sigue porque te seguiré leyendo! =)


    KRN

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  2. Muchas gracias! :$ me halaga que alguien externo a mí opine así, muchísimo :)

    Me pasaré por tu blog cuando tenga un ratito! ;) y una vez más, gracias por el comentario!

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